18 octubre 2001

Raúl del Pozo y Luis Del Olmo: Los alegres bebedores

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Y a qué viene todo esto? Pues resulta que hoy estaba escuchando a Luis Del Olmo y de repente se empiezan a descojonar porque no sé qué organismo oficial riojano había decretado que el vino es una droga. Y Raúl del Pozo empieza a hablar de la cultura del vino, y tal y cual, Pascual, riéndose de lo tontos que son los políticos, con el asentimiento entusiasta de Del Olmo.

Es gracioso, porque seguro que tanto uno como otro líder mediático ignoran que el cannabis -peligrosísima droga, si hemos de creer a los invitados del microespacio "Todos Contra la Droga" de Del Olmo- no ha causado una sola muerte en sus 5.000 años de uso, mientras que todos los años mueren 16.000 españoles por beber alcohol, sin importar si se trata de Vega Sicilia o Don Simón.

Y es que uno uno está un poco harto de que cada vez que sale a relucir el cannabis, estos carcamales fascistas lo relacionen inmediatamente con chavales melenudos tirados entre la basura, mientras que si se habla del vino, en lugar de imaginar a un vagabundo cirrótico bebiendo de un tetrabrik, se ven a sí mismos en su segunda residencia, con el batín y un buen libro -alguno de Ussía o algo así- junto a la chimenea y degustando un caldo de excelente añada.

Incapaces de entender que el cannabis tiene una cultura tanto o más rica que la del vino -y bastante más antigua- estos señores desprecian lo que ignoran: aromas, sabores y texturas de afgano, nepalí, rojo libanés, bhang, charas y hasta el mítico "Hasssan II" -ese costo marroquí del que se hacían unos cientos de gramos cada año-, o de todas las variedades de marihuana, desde la Superskunk a la Shiva Shanti, pasando por la Jack Herer o la Acapulco Gold, toda una riqueza que nos estamos perdiendo por culpa de unos cuantos fanáticos chalados.

En el fondo, poco ha cambiado en algunas mentalidades -por mucha transición democrática y polladas de estas que hayan vivido- desde que un autor sensacionalista que escribía con seudónimo -curándose en salud-, paría estas líneas que hoy nos dan más risa y ascopena que otra cosa:

“... en España el vicio de las drogas resulta prácticamente inexistente. Pueden influir muchos factores en este balance positivo de los españoles. No nos parece aventurado afirmar que los de más peso son la religiosidad característica del español, su integridad humana, su estoicismo cristiano. Otros factores pudieran ser el viril realismo español, su escasa capacidad de morbosa imaginación. Sin olvidarnos de que los españoles cuentan a lo largo y a lo ancho del solar hispánico con toda una extensa y aristocrática teoría de vinos. El hombre español bebe vino y no necesita recurrir a la degeneración del uso de las drogas para rehuir la aspereza de la vida. El hombre español -por ser un hombre de verdad- prefiere enfrentarse con el peligro, coger el toro por los cuernos y lidiarlo cara a cara...”

Lis Chaterlon: “El tráfico de las drogas”-Ed Rodegar- Barcelona-1963

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